En días como los de hoy, donde
sólo te identificas con la destrucción absoluta, el despropósito y el caos, te
pierdes para encontrarte, te rompes para recomponerte y asumes tus errores para
reconducir tus pasos. Aceptas tu derrota y levantas la cabeza con dignidad,
aunque tengas que callar, aunque quieras reventar, aunque desees matar a todo
aquel que se cruza por delante. Porque sabes que estás sola en esto, que es una
guerra en la que sólo puedes batallar tú. Y está bien así. Sí. Mientras lo
resuelves está bien así: tienes derecho a romper cristales, tienes derecho a
andar descalza y destrozarte los pies, verte sangrar y lamerte las heridas.
Tienes derecho a enfadarte y pelear fuerte, a gritar y llorar, a besarte,
morderte, escupirte, darte tortas en la cara con la mano abierta y arañarte
hasta hacerte trizas. Mientras tanto está bien, porque después de toda esa
violencia vas a levantarte, vas a sacudirte el vestido, vas a calzarte tus
viejas botas y vas a luchar para que la vida no te deje atrás.
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